lunes, 1 de junio de 2009

Quiebra de G.M: Cae un emblema del capitalismo.


Long Island Al día con El País
El grupo automovilístico General Motors ha presentado hoy ante un tribunal de Nueva York, tal y como se esperaba, la solicitud para acogerse al capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos en lo que supone la mayor suspensión de pagos de una empresa industrial en la historia. Concretamente, la compañía tiene un pasivo de 172.810 millones de dólares , a 31 de marzo de 2009, fecha en la que valora sus activos en 82.290 millones de dólares, lo que sitúa su déficit patrimonial en 90.520 millones de dólares.
Tras cuatro meses de contactos entre el fabricante de Detroit y Washington, General Motors, que cuenta con 230.000 empleados en todo el mundo y fabrica más de 20.000 coches cada día, no ha podido hacer nada más que declararse en suspensión de pagos para sobrevivir en un mercado muy diferente al que ha dominado durante 77 años y en el que ya no hay sitio para unos coches que han pasado a la historia por consumir ingentes cantidades de gasolina. Además, el anuncio de la empresa, la que mejor ejemplifica el sueño americano de los años 50 y que con su desarrollo hizo posible que millones de estadounidenses abrazasen la clase media, indica el final de una época.
General Motors, que cedió a Toyota el liderazgo del mercado mundial de ventas un año antes de cumplir su centenario en 2008, basó su expansión inicial en la compra de sus principales rivales como Cadillac, Buick u Oldsmobile. No obstante, tras sentar las bases de su éxito bajo el mandato de Alfred Sloan en 1923, no fue hasta después de la II Guerra Mundial, coincidiendo con los felices cincuenta y el triunfo del modelo de Estados Unidos en la esfera internacional, cuando la compañía alcanzó su máximo esplendor de la mano de Charles E. Wilson. En un claro ejemplo de la estrecha relación que existía entre el fabricante de Detroit y el desarrollo de la primera potencia mundial, Wilson llegó a ser nombrado Secretario de Defensa por el entonces presidente, Dwight Eisenhower.
Una vez confirmada su bancarrota, la cuarta más importante en la historia de Estados Unidos y la primera en el sector industrial de las manufacturas, el futuro de General Motors pasa ahora por el traspaso de sus activos de calidad a una nueva empresa en la que el Estado será el principal accionista con más de un 72,5% del capital junto con los sindicatos y acreedores, que recibirán a cambio de los 27.200 millones que les adeuda la empresa entre un 15 y un 25% de la nueva compañía.
Una apuesta arriesgada de Obama
Para ello, la Administración de Barack Obama pondrá sobre la mesa 30.100 millones de dólares adicionales y ha avisado de que "no espera proveer ayuda adicional". La apuesta de Obama, que los analistas califican de arriesgada por la incógnita de si se podrá recuperar todo este dinero, supone la nacionalización del otrora mejor ejemplo del desarrollo del modelo capitalista americano pero que ha acabado sumido en las deudas víctima de una inadecuada gestión. Hasta la fecha, el Tesoro ha inyectado en el fabricante 19.400 millones de dólares provenientes del dinero de los contribuyentes y cuyo reembolso es más que dudoso.
En cuanto al impacto de la decisión en Europa, el concurso de acreedores no afecta directamente a las actividades en el Viejo Continente gracias al acuerdo alcanzado para la cesión de los activos a la firma Adam Opel y el principio de acuerdo alcanzado con el Gobierno alemán para la entrada de la canadiense Magna en la filial alemana. No obstante, este acuerdo debe concretarse en las próximas semanas.
Para Estados Unidos, la última versión del plan de reestructuración que Obama exigió a General Motors contemplaba la supresión de 21.000 empleos, el cierre de 16 fábricas en Norteamérica (al final parece que van a ser 14: cuatro de montaje, cuatro de estampado y seis de ejes motor, la primera de ellas en junio) y la eliminación o venta de cuatro de sus marcas: Pontiac, Saturn, Hummer y Saab. Así, se centrará en cuatro marcas para su actividad en Norteamérica: Chevrolet, Cadillac, Buick y GMC. Por su parte, Pontiac desaparecerá a finales de 2010, mientras que Saab, Saturn y Hummer tendrán su propia solución.
Siguiendo con los planes de futuro, el Gobierno confía en poder dejar pronto las riendas de la dirección, una vez estabilizadas sus cuentas y superar el proceso de suspensión de pagos en un periodo que se prevé que dure entre los seis y 18 meses. En este sentido, la Casa Blanca asegura que General Motors, una vez se desprenda algunas de sus fábricas, recorte un excedente de plantilla que se eleva hasta los 21.000 trabajadores y cierre 2.641 concesionarios podrá subsistir incluso con su actual cuota de mercado, que no supera el 20%. Un porcentaje mínimo si se tiene en cuenta que llegó a vender uno de cada dos coches que circulaban por las carreteras de Estados Unidos y daba empleo a más de 600.000 personas en el país.
Sin embargo, la falta de visión de sus directivos para cambiar un sistema de producción de automóviles anquilosados en el pasado y la pujante competencia de los fabricantes asiáticos han acabado por tumbar a un gigante que, aunque parecía demasiado grande para caer, ha entrado en el siglo XXI con los pies de barro.

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