lunes, 1 de junio de 2009

Las miradas sobre El Salvador

Con la posesión de Mauricio Funes, ex guerrilla marxista llega hoy al poder en El Salvador

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Foto: AFP - Efe

Dignatarios de varios países, entre los que se cuentan los Príncipes de España, Hillary Clinton y Michelle Bachellet, han comenzado a llegar a El Salvador para acudir a la posesión de Mauricio Funes (abajo, der.).

Tendrá que vérselas con el recelo de la derecha a la que desplazó tras 20 años en el Ejecutivo y con el recuerdo de una izquierda más recalcitrante.

Diecisiete años después de deponer las armas, la ex guerrilla marxista salvadoreña asume de la mano del periodista Funes, quien ya anunció qué modelo espera implantar en ese país centroamericano: el modelo de gobierno de su homólogo brasileño Luis Inácio Lula da Silva.

Transformado en partido político en 1992, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) ha prometido en su campaña electoral un "cambio seguro" en el país centroamericano, gobernado por la derecha durante los últimos 20 años.

Con Funes, los salvadoreños se sumarán además a la corriente de izquierda que se extiende por la región y que lideran países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.

El traspaso de mando se celebrará en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones con la asistencia de los Príncipes de Asturias; el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, su homólogo de Venezuela, Hugo Chávez, y la secretaria de Estado de E.U., Hillary Clinton. En la lista de invitados figuran los también gobernantes de Bolivia, Evo Morales; Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; Costa Rica, Óscar Arias, y Chile, Michelle Bachelet, entre otros.

'Una decisión inteligente'

Lula da Silva "es el referente a seguir", según Funes, por la capacidad que tuvo de generar confianza y "desmontar" los temores de los empresarios hacia la izquierda.

El mandatario electo asegura que espera que, al igual que ocurrió en Brasil, los empresarios salvadoreños pierdan el miedo al Fmln y a un gobierno de izquierda, y que éste supere los prejuicios que tradicionalmente ha tenido con el capital.

Funes trató de mandar un mensaje de confianza al empresariado salvadoreño con el nombramiento, el martes pasado, de su equipo económico y el anuncio de que suprimirá los comisionados presidenciales, en un primer paso para la reestructuración del Estado.

Para el analista y ex dirigente del Fmln Dagoberto Gutiérrez, la intención de Funes de emular los pasos dados por Lula es "inteligente".

"El principal reto de Funes es aceptar el desafío de la gente, de los más pobres. Lo más fácil, pero también lo más desafortunado sería aceptar el desafío de los más ricos", comentó Gutiérrez a la AFP.

Para el movimiento social, Mauricio Funes tiene el enorme desafío de desmontar el modelo de corte neoliberal instaurado desde 1989 en este país centroamericano, donde se ha instalado la crisis internacional que sólo le permitirá crecer este año un uno por ciento, según las previsiones.

"Se necesita un modelo más justo, original y que estimule la producción y el fortalecimiento del Estado", declaró por su parte el secretario general de la Asociación General de Empleados Públicos y Municipales, William Huezo.

El Salvador, que ha visto a casi tres millones de ciudadanos irse a trabajar al extranjero, la mayoría a Estados Unidos, cuenta con un 36,8 por ciento de su población en condiciones de pobreza, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).

Funes tampoco lo tendrá fácil en la Asamblea Legislativa, donde tienen mayoría los tres partidos de derecha encabezados por la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), a la que ha desalojado tras 20 años en el poder y que sin duda no le pondrá las cosas fáciles al nuevo presidente.

También tendrá que superar las reminiscencias de la izquierda más recalcitrante que todavía subsiste en el Fmln, que lo ha llevado al poder, y restañar las heridas que dejó el conflicto civil, concluido con la firma de los acuerdos de paz el 16 de enero de 1992, en el que se registraron más de 75.000 muertos y 1.579 millones de dólares en pérdidas económicas.

Es una exigente labor para un recién llegado a la política, que ha afilado sus armas en el periodismo televisivo, donde ganó fama por sus incisivas preguntas.

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