martes, 5 de mayo de 2009

China averguenza a México.


El virus H1N1 tiene una nueva víctima: las relaciones internacionales.
Long Island Al Día con EFE.
El miedo a la propagación de una epidemia ha roto el frente que, hasta ahora, se mantenía frágilmente unido, y algunos países han preferido tomar medidas unilaterales ante el riesgo de una situación sanitaria descontrolada. El ejemplo de esta actitud ha sido China, que ha pasado de ofrecer ayuda a México (foco de la nueva gripe) a suspender la llegada de vuelos de ese país. Además, ha puesto a 70 viajeros en cuarentena. México ha protestado y ha enviado un avión para repatriar a sus compatriotas.
El japonés Keiji Fukuda, asesor de la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la china Margaret Chan, evitó ayer -ostentosamente molesto- comentar "las medidas concretas que toma cada país". Sin mencionar directamente a China (aunque en respuesta a un periodista mexicano) recordó la postura de la organización: el cierre de fronteras "sólo tiene sentido al principio de un brote". Cuando ya hay más de 20 países que han registrado casos, tres en los que ha habido transmisión entre personas de una manera sostenida -México, Estados Unidos y Canadá- y otros tantos -España, Reino Unido y Alemania- en los que ha habido contagios, aunque sean esporádicos, la OMS no ve sentido a que se impidan los viajes.
Y, menos aún, a que las fronteras se cierren de manera selectiva. Lo que más indigna al Gobierno mexicano es el diferente trato que le da China respecto a los otros países de Norteamérica.
Eso no quiere decir que no se vigilen los aeropuertos, pero centrar la atención en los viajeros de un solo país es ya "inútil", insistió Fukuda. En España se ha decidido intensificar los controles de entrada. Los ministerios de Sanidad y Fomento llegaron ayer a un acuerdo para que en cada aeropuerto haya personal de Cruz Roja que ayude a informar y a detectar posibles enfermos. También Francia ha reforzado los controles en los aeropuertos para aislar casos sospechosos.
Y si tomar medidas contra el tráfico de personas es una decisión desaconsejada, más lo es impedir el comercio. Ninguna de las organizaciones que estudian el asunto, desde la OMS a la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA en inglés), ha encontrado ninguna causa que desaconseje consumir carne de cerdo, siempre que esté cocinada. "La EFSA no tiene constancia de ninguna evidencia científica que sugiera que los virus de la gripe puedan transmitirse a humanos a través del consumo de carne de cerdo o de sus derivados", afirma el organismo. Por eso no hay razones que justifiquen que se prohíba la importación de carne de cerdo, como ha hecho Rusia con el porcino de origen español. Pero que no haya motivos sanitarios no quiere decir que no haya intereses económicos o de imagen (para tranquilizar a la población o para ayudar a los ganaderos del país).
Este tipo de medidas son las que pueden tener un impacto más rápido y directo en otra de las interferencias que más se temen de esta crisis: convertir una alerta sanitaria en un agravante para la situación económica. Aunque todavía no se pueden hacer estimaciones, en pandemias de gripes anteriores -una situación en la que todavía no se está, según la OMS, porque falta que se verifique una transmisión continua entre personas fuera de Norteamérica- se ha medido que el impacto de la enfermedad puede reducir el PIB mundial entre un 0,8% y un 12%. Depende de su extensión, del perfil de personas infectadas (no es lo mismo que se cebe en jóvenes en edad laboral que en mayores ya jubilados) y, sobre todo, en el tipo de medidas que se decreten. Y, entre ellas, los economistas afirman que el cierre de fronteras es la peor: puede retrasar la llegada del virus unas dos o tres semanas, según los cálculos de la OMS, pero puede paralizar el comercio mundial, lo que sería añadir gasolina a la crisis actual.
Indiferente a este debate, el virus sigue su expansión. El último recuento de la OMS (siempre con datos muy conservadores) da ya más de 1.000 afectados en una veintena de países. Se investiga un caso en Ceuta, lo que llevaría el virus hasta el último continente que le faltaba: África.

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