domingo, 15 de febrero de 2009

Bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe


Lectura dominical

La importancia de llamarse Poe

En enero de este año se celebró el bicentenario de uno de los autores más leídos de todos los tiempos. En los breves cuarenta años transcurridos entre su nacimiento en 1809 y su muerte en 1849, dejó un legado que sería un punto de referencia constante para la literatura, la pintura, la música y el cine. La escritora Gabriela Bustelo, traductora de sus relatos al español, hace un repaso de su vida y obra.
Gabriela Bustelo*Madrid
Si a Edgar Allan Poe le hubieran augurado la trascendencia mundial de sus relatos, le habría costado creerlo, pues en vida no llegó a alcanzar ni de lejos la fama de que goza hoy. Nació el 19 de enero de 1809 en Boston, Massachusetts, hijo de una actriz inglesa y un actor estadounidense que recorrían el país como artistas ambulantes. Al morir su madre cuando él solo tenía dos años, lo adoptó un adinerado empresario de Virginia llamado John Allan, cuyo apellido antepuesto al propio llevaría hasta su muerte. Con su familia adoptiva vivió en Gran Bretaña y ya de vuelta en su país natal estudió durante casi un año en la Universidad de Virginia, pero su afición al juego enfureció a su padrastro, que se negó a seguir pagando su educación y con quien siempre tuvo una relación difícil. Este paso constante de la vida acomodada a la pobreza más absoluta fue una constante en su vida, dando lugar a sus característicos personajes venidos a menos y nostálgicos de un pasado mejor. Tras mudarse a la ciudad de Nueva York publicó en 1831 un volumen de poemas que contenía ya varias muestras de su talento. En 1833 su Manuscrito hallado en una botella ganó un premio concedido por un semanario de Baltimore, lanzándolo por necesidad económica a su carrera como escritor de relatos. De nuevo en Richmond, la ciudad de su familia adoptiva, Poe dirigió una revista cultural que lo consolidó como crítico literario y se casó con su jovencísima sobrina Virginia, que tenía solo trece años. Durante la década siguiente, en gran parte desgraciada debido a la enfermedad de su esposa, trabajó como redactor para varias publicaciones de Filadelfia y Nueva York. En 1847 falleció su mujer y él mismo cayó enfermo. Parece evidente que su adicción al alcohol y al opio, atestiguada por sus contemporáneos y retratada en varias de sus obras, contribuyó a su temprana muerte en Baltimore el 7 de octubre de 1849. En palabras de su admirador Julio Cortázar, en cuya obra influyó poderosamente, Poe murió “a solas en su particular infierno en vida, entregado definitivamente a sus visiones”. Contribuyó Poe enormemente a la consolidación de la llamada “literatura de género”. Fue uno de los fundadores del género fantástico e introdujo el empleo de uno de sus pilares básicos: la racionalización de lo irracional. Son herederos suyos desde Julio Verne hasta Isaac Asimov y Ray Bradbury, entre otros muchos. La eterna dicotomía (realidad-fantasía, pasado-presente, vida-muerte) de la ciencia-ficción está presente en la mayor parte de su obra y muy especialmente en la atmósfera quimérica de Manuscrito hallado en una botella, que destaca por su calidad formal y un lenguaje tan lírico como estremecedor. Poe es también el gran precursor de la literatura de terror. Su entonces novedosa profundización psicológica basada en personajes que reaccionan de modo realista ante toda situación fantástica o irreal, está hoy plenamente incorporada en la técnica narrativa literaria. Constituye un claro exponente estadounidense de la tradición gótica europea caracterizada por la presencia obsesiva de la muerte. En Poe la muerte aparece en todas sus variantes —natural, accidental, premeditada, soñada, imaginada—, atormentando incesantemente a los personajes y, cómo no, también al aterrado lector. De su mano uno se adentra valientemente en terreno desconocido para investigar el lado oscuro del alma y sus vínculos con la mente, en relatos hoy tan célebres como La caída de la Casa Usher, El pozo y el péndulo, El gato negro, El tonel de amontillado o El entierro prematuro, los denominados cuentos de “terror psicológico”. Pese a haber escrito muchos menos relatos de misterio que de terror, la huella de Poe en la literatura detectivesca es indeleble. De hecho, la tríada formada por Los crímenes de la calle Morgue, El misterio de Marie Rogêt y La carta robada —todos protagonizados por el detective C. Auguste Dupin— constituye todo su corpus policial, por así decirlo. Poe llamaba a estos cuentos “analíticos”, pues no se centran en las sensaciones o emociones, sino que describen un problema concreto empleando la lógica. En todo caso, son el más claro antecedente de la novela negra actual. En ellos incorpora Poe por vez primera dos elementos hoy considerados clásicos en la literatura policíaca: el detective de salón —que tomarían prestado Arthur Conan Doyle y Agatha Christie— y el narrador intermediario. Por otra parte, las técnicas de deducción de Dupin y sus excéntricos hábitos personales sirvieron de modelo para todas las novelas policíacas posteriores. Tanto de forma simbólica como explícita, toda la obra de Poe tiene una intención moralizante, que parece encerrar una doble motivación personal. Con su literatura Poe estaría exorcizando su disoluto comportamiento en la vida real, además de vengarse de quienes lo atacaban verbalmente. El tonel de amontillado, por ejemplo, se considera una respuesta a la guerra periodística que se libraba por aquel entonces en Nueva York y es la tenebrosa materialización del popular dicho “La venganza es un plato que se come frío”. Y El gato negro, un relato sobre la culpa que impresionó profundamente al poeta francés Charles Baudelaire, narra con escalofriante realismo la violencia doméstica practicada por el alcoholizado protagonista cuyo gato se convierte en la implacable voz de su conciencia. En El retrato oval, en cambio, se critica el egocentrismo y la falta de humanidad del artista sobrevalorado por sí mismo y por los demás. De una u otra forma, Poe propina al culpable —a menudo su álter ego— su merecido castigo. Hoy su prosa es un modelo clásico estudiado por todo aspirante a escritor de narrativa breve. Poe analizó el proceso de elaboración de un relato en su texto Filosofía de la composición, así como en los cuentos Cómo escribir un artículo para la revista Blackwood’s y Un predicamento. Curiosamente, pese a haber pasado a la historia como uno de los grandes escritores de relatos de la literatura mundial, Poe quería ser poeta. Su conocido poema “El cuervo” destaca por su extraordinario dominio del ritmo y la incorporación de la onomatopeya al género lírico. Aparte de los ya mencionados, Poe dejó su huella en la obra de autores tan variados como Baudelaire, Mallarmé, Dostoievski, Stevenson, Nabokov, Lovecraft, Burroughs, Genet o el best seller Stephen King. Rubén Darío fue un gran admirador suyo, asunto que atestigua varios cuentos de estilo gótico o macabro. En el terreno cinematográfico, su influencia es enorme. Ya en 1914 el célebre D. W. Griffith se inspiró en él para crear el obsesivo argumento de su primer largometraje, La conciencia vengadora. El aún desconocido Roger Corman, junto al actor Vincent Price, convirtió la adaptación de Poe casi en un género cinematográfico con La caída de la Casa Usher, El péndulo de la muerte y La obsesión, entre otras. Pintores de la talla de Manet, Matisse y Gauguin pintaron obras en las que plasmaban el rostro de Poe o imágenes de sus obras. Debussy, Ravel y Rajmáninov basaron en él varias de sus composiciones. Ya en nuestros días los músicos Bob Dylan y Lou Reed han plasmado en sus composiciones una confesa admiración por su compatriota, a quien Reed define como “el clásico estadounidense por excelencia, un escritor que curiosamente está más en sintonía con las preocupaciones de nuestro nuevo siglo que con las del suyo propio”. Y como todo lo relacionado con Poe sigue teniendo ese algo poético, por llamarlo de algún modo, en Hollywood corren rumores de que nada menos que Sylvester Stallone va a dirigir un biopic basado en su vida y protagonizado por Viggo Mortensen. No sabemos qué opinaría el homenajeado si levantara la cabeza, pero es probable que el asunto le diera más terror que un entierro prematuro, una de sus grandes fobias.

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