lunes, 20 de abril de 2009

La soldado solitaria.

La guerra privada de las mujeres que sirven en Irak.
NOELIA SASTRE
El libro se titula "La soldado solitaria: La guerra privada de las mujeres que sirven en Irak" y bucea en la insoportable situación de las soldados del ejército estadounidense desplazadas al país árabe. Su autora, Helen Benedict, les ha pedido que describan el miedo a las violaciones por parte de sus propios compañeros.
Las mujeres se sienten solas. Y eso a pesar de que más de 200.000 han servido en Irak desde marzo de 2003, más que en ningún otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. Allí, en el antiguo bastión de Sadam Husein, han muerto 104 y más de 600 han resuldado heridas.
Pero las mujeres se siente solas. Son todavía una de cada 10 soldados y la mayoría de las veces sirven en pelotones donde no hay ninguna otra fémina. Un aislamiento que puede ser tan duro como la misma guerra y que muchas veces se traduce en degradación y persecución sexual de sus colegas. "Entre 2006 y 2008 hablé con unas 40 mujeres que han servido en Irak sobre sus experiencias en la guerra.
De ellas, 28 fueron violadas o sufrieron algún tipo de acoso", cuenta la autora a la BBC, recordando las cifras del Departamento de Asuntos de los Veteranos, que muestran cómo el 30% de ellas son violadas y el 90%, acosadas sexualmente. El Departamento de Defensa de EE.UU. conoce perfectamente el problema, y cree que el 90% de los ataques sexuales nunca se reportan. La única entre 60 hombres
Chantelle Henneberry sirvió en Irak entre 2005 y 2006. "Era la única mujer en un pelotón de 60 hombres. Y la más joven, con sólo 17 años", cuenta en el libro. "Los soldados se olvidaban de que estaba delante y decían cosas terribles constantemente", recuerda. "Uno de mis compañeros, al que consideraba amigo, intentó violarme. Y dos de mis sargentos intentaban acostarse conmigo todo el tiempo". Chantelle insiste en que no tenía a nadie que la acompañara al servicio o a las duchas. "Mis únicos acompañantes eran mi arma y mi cuchillo". Sus primeros meses en el país árabe fueron muy duros. Un superior la acosaba tanto que lo denunció. "Cuando me enfrenté a él me dijo que el único problema era yo, y que iba a transferirme. Después de aquello, lo promocionaron".
Muchos militares no las quieren en el ejército. "Uno incluso llegó a decirme que nos envían simplemente para que nos puedan mirar. Y que mientras en Vietnam tenían prostitutas, en Irak hay mujeres soldado". Chantelle viajó entonces desde Mosul a Rawah, donde había más de 1.500 hombres y sólo 18 mujeres. "Me daba menos miedo el fuego de morteros que los hombres con quienes compartía la comida cada día". «Llevaba un cuchillo para defenderme de mis colegas»Mickiela Montoya estuvo 11 meses en Irak en 2005. Viajó con la Guardia Nacional de California cuando tenía 19 años. "Sólo hay tres cosas que los hombres te dejan ser cuando eres una mujer en el ejército: una zorra, una puta o una lesbiana. Eres una zorra cuando no te acuestas con ellos; una puta si lo haces aunque sea sólo con uno; una lesbiana si no les gustas". Mickiela reconoce que no llevaba encima el cuchillo para el enemigo. "Lo llevaba para defenderme de mis propios compañeros".
Entre sus anécdotas, la advertencia de un compañero una noche de guardia: "¿Sabes? Si te violo ahora mismo nadie te oiría gritar. Nadie te vería. ¿Qué harías?". Mickiela respondió que le acuchillaría, aunque ni siquiera llevaba un cuchillo encima (algo que empezó a hacer a partir de ese momento). "Practicaba cómo sacarlo del bolsillo con la mayor rapidez posible". También en Afganistán se han multiplicado las denuncias. Y casos como el de la sargento Marti Ribeiro han salido a la luz. Ribeiro sirvió en Afganistán en 2006, donde fue atacada sexualmente. "Me costó más de un año darme cuenta de que no fue por mi culpa, así que no se lo dije a nadie". Ese sentimiento de culpa se repite una y otra vez entre las féminas en un ejército donde el código de silencio sigue marcando de por vida.

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