La crisis de la felicidad

Por:Jesús Ríos
Esta semana pude ver a través de la televisión, la liberación de los 4 miembros de la fuerza pública y de los 2 políticos colombianos que habían permanecido por largo tiempo privados de la libertad por el grupo armado de las FARC, ( Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
En esta oportunidad, tanto Alan Jara, exgobernador del departamento del Meta, como el asambleísta departamental Sigifredo López, quienes permanecieron más de 6 años cada uno en poder de la guerrilla de las FARC, expresaron su descontento con el gobierno nacional por lo que ellos consideran un abandono desde lo oficial por la situación de los secuestrados por el grupo armado y la incapacidad del presidente Alvaro Uribe para liderar un proceso de diálogo que conduzca a establecer mecanismos para hacer posible un acuerdo que le devuelva la libertad a quienes según ellos mismos se pudren en las selvas de Colombia .
Alan Jara siendo más explícito indicó que sus captores tienen orden de asesinarlos si es que es inminente su liberación por parte de las fuerzas militares y le pidió al gobierno que si su mejor actividad es el rescate militar, mejor que no lo haga, porque ello es jugar con la vida de los cautivos.

La reacción del gobierno de Uribe ante estas palabras y el descontento de los políticos secuestrados, no ha sido diferente a la soberbia con la que ya tiene acostumbrados a un gran sector de colombianos, al decir que los secuestrados no deberían dar declaraciones públicas antes que los sicólogos pudieran encargarse de atender los problemas síquicos que la soledad y el espanto del secuestro les hubieran causado en su cautiverio.
Diferente reacción le vimos a Uribe, cuando fueron liberadas Ingrid Betancourt y Clara Rojas, que se congratularon con su liberación en circunstancias diferentes claro está.
Ingrid, no escatimó palabras de elogio para Uribe, aún silenciando las palabras contra la política de seguridad democrática, que venía pronunciando su madre Nancy Pulecio, inconforme con la falta de acción del presidente para liderar un proceso de diálogo y evitar una masacre con una acción militar.
Existe por lo tanto en Colombia una polarización de la sociedad y ante la felicidad que indiscutiblemente nos produce el hecho de ver en libertad a paisanos que sufrieron la penalidad del secuestro, nos acongojamos de oir y sentir que la posibilidad de ver mecanismos que permitan un diálogo civilizado es cada vez mas lejana, por las posiciones recalcitrantes de la guerrilla y el gobierno, cada uno interesado en cuestionar la legitimidad del uno y la existencia del otro.
Las FARC, deben entender que una abrumadora mayoría de los Colombianos no está de acuerdo con sus políticas y tácticas y que la violencia y la guerra, no son el camino que recibirá el apoyo de los ciudadanos de bien.
El todo o nada, la polarización, el pretender que quien no está junto a mi es mi enemigo, son parte de una política que está llamada a desaparecer.
Alvaro Uribe, el presidente de Colombia, debería de olvidar los consejos del presidente Bush quien trató de convertir el mundo en un escenario de “ Todos o ninguno”, en su lucha contra el terrorismo.
El mundo necesita de diálogo, de concertación , de nuevas y mejores maneras de ver la sociedad y Colombia después de casi 50 años de confrontación, requiere que sus gobernantes encuentren los mecanismos apropiados para terminar con ese flagelo.
Los ciudadanos de bien que somos la mayoría de los Colombianos, estamos en contra de la violencia en todas sus manifestaciones, de la combinación de las formas de lucha y creemos en los mecanismos de la democracia para saldar nuestras diferencias.
Solo nos falta que quienes han sido elegidos para salvaguardar la constitución y las leyes, muestren que son merecedores del apoyo popular, para experimentar caminos que de una vez por todas, entreguen al pueblo Colombiano la posibilidad de vivir en paz, lo que nos ha sido negado por tantos años, por los enemigos de la felicidad .