Long Island Al Día
Si los ecuatorianos avalan en las urnas su proyecto socialista -como predicen las encuestas- se ratificará como el presidente más popular en la historia de ese país, como el que más ha ganado votaciones en menor tiempo (cinco en dos años y medio) y como el primero en ser reelecto tras el regreso de la democracia, en 1979.
Los comicios tienen, antes que nada, el poder de espantar al fantasma de la inestabilidad que persigue a Ecuador desde 1997, fecha a partir de la cual ningún presidente ha podido terminar su mandato. En la última década se volvieron comunes las escenas en las que los presidentes salían corriendo del Palacio de Carondelet para escapar de las masas enfurecidas y evitar ser linchados. A pesar de la importancia de estas elecciones -adelantadas tras el referendo que aprobó la nueva Constitución propuesta por Correa, en septiembre-, la campaña ha resultado apagada y aburrida. Es casi seguro que Correa empezará un segundo mandato y tendrá mayoría legislativa para gobernar a sus anchas hasta 2013.
Aunque su difusión está prohibida desde el 6 de abril, todas las encuestas anticipan una victoria contundente de Correa en la primera vuelta, con un porcentaje que oscila entre el 50 y el 60 por ciento de los votos.
Sus más cercanos rivales, el coronel retirado y defenestrado presidente Lucio Gutiérrez (2003-2005) y el magnate bananero Álvaro Noboa (el hombre más rico del país y aspirante por cuarta vez a la Presidencia) lo siguen con el 16 y el 12 por ciento en la intención de voto, respectivamente. Para forzar a una segunda vuelta tendrían que conseguir que Correa no supere el 50 por ciento de los votos, o que no obtenga el 40 por ciento, y una distancia de diez puntos sobre el segundo. Algo muy poco probable, a la luz de la popularidad de Correa.
Gutiérrez y Noboa han centrado su campaña en criticar a Correa y esperan que algún acontecimiento de última hora desinfle la popularidad de un economista que se ha definido como un cristiano de izquierda, de 46 años y formado en Estados Unidos, que en un país con el 50,5 por ciento de sus habitantes viviendo en la pobreza tiene el apoyo de buena parte de la población por la efectividad de sus programas asistenciales para la gente de menos recursos.
Para algunos analistas, tanto Gutiérrez como Noboa ya se saben vencidos en las urnas y buscan controlar el Legislativo, antes que la Presidencia. "Habrá Correa para rato, toda una paradoja en un país en que se caían los presidentes como pétalos", dijo hace unos meses, cuando se iba a aprobar el referendo constitucional, el analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Simón Pachano.
Y el hecho de que los ecuatorianos hayan pasado de preguntarse si un presidente podrá llegar al final de su mandato, a cuánto más durará en el cargo, parece confirmarlo. El país ha caído en lo que se llama ahora 'la enfermedad andina': la tentación de los mandatarios de la región a perpetuarse en el poder.
Los comicios tienen, antes que nada, el poder de espantar al fantasma de la inestabilidad que persigue a Ecuador desde 1997, fecha a partir de la cual ningún presidente ha podido terminar su mandato. En la última década se volvieron comunes las escenas en las que los presidentes salían corriendo del Palacio de Carondelet para escapar de las masas enfurecidas y evitar ser linchados. A pesar de la importancia de estas elecciones -adelantadas tras el referendo que aprobó la nueva Constitución propuesta por Correa, en septiembre-, la campaña ha resultado apagada y aburrida. Es casi seguro que Correa empezará un segundo mandato y tendrá mayoría legislativa para gobernar a sus anchas hasta 2013.
Aunque su difusión está prohibida desde el 6 de abril, todas las encuestas anticipan una victoria contundente de Correa en la primera vuelta, con un porcentaje que oscila entre el 50 y el 60 por ciento de los votos.
Sus más cercanos rivales, el coronel retirado y defenestrado presidente Lucio Gutiérrez (2003-2005) y el magnate bananero Álvaro Noboa (el hombre más rico del país y aspirante por cuarta vez a la Presidencia) lo siguen con el 16 y el 12 por ciento en la intención de voto, respectivamente. Para forzar a una segunda vuelta tendrían que conseguir que Correa no supere el 50 por ciento de los votos, o que no obtenga el 40 por ciento, y una distancia de diez puntos sobre el segundo. Algo muy poco probable, a la luz de la popularidad de Correa.
Gutiérrez y Noboa han centrado su campaña en criticar a Correa y esperan que algún acontecimiento de última hora desinfle la popularidad de un economista que se ha definido como un cristiano de izquierda, de 46 años y formado en Estados Unidos, que en un país con el 50,5 por ciento de sus habitantes viviendo en la pobreza tiene el apoyo de buena parte de la población por la efectividad de sus programas asistenciales para la gente de menos recursos.
Para algunos analistas, tanto Gutiérrez como Noboa ya se saben vencidos en las urnas y buscan controlar el Legislativo, antes que la Presidencia. "Habrá Correa para rato, toda una paradoja en un país en que se caían los presidentes como pétalos", dijo hace unos meses, cuando se iba a aprobar el referendo constitucional, el analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Simón Pachano.
Y el hecho de que los ecuatorianos hayan pasado de preguntarse si un presidente podrá llegar al final de su mandato, a cuánto más durará en el cargo, parece confirmarlo. El país ha caído en lo que se llama ahora 'la enfermedad andina': la tentación de los mandatarios de la región a perpetuarse en el poder.
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