El presidente de EE.UU. dio vuelta a la página a la “guerra contra el terrorismo” de la era Bush, que fue percibida por los musulmanes como un ataque contra el islam
Long Island Al Día con agencias.
No es extraño que los líderes extremistas se inquietaran antes del histórico discurso de Barack Obama en El Cairo y enviaran frenéticas advertencias a los musulmanes para que no creyeran en sus palabras. Durante años, gente como Osama Bin Laden ha asegurado hablar en nombre de los musulmanes oprimidos mientras pervertían el mensaje del Islam y explotaban los conflictos en Medio Oriente para alimentar el temor y promover la violencia.
Sin embargo, ayer Barack Obama los enfrentó, no con amenazas sino con elocuencia, autoridad, un profundo conocimiento de la historia musulmana y comprensión con respecto a la quejas de la población islámica.
Obama inició su discurso con una amplia sonrisa y el acostumbrado saludo musulmán de Salem Aleikum (la paz sea con vosotros), y aludió a sus lazos familiares con el Islam y a su respeto por la civilización islámica, para imponerse como un interlocutor creíble en el mundo musulmán, y terminar con el “ciclo de sospecha y discordia”.
Raramente, si es que ocurrió alguna vez, un dirigente estadounidense cosechó tantos aplausos en el mundo musulmán, o citó con tanta frecuencia al Corán. La audiencia, cuidadosamente seleccionada por EE.UU. para incluir tanto a amigos como a enemigos de ese país, aplaudió de pie las palabras del presidente, quien durante todo su discurso transmitió el mensaje de que EE.UU. no es débil ni busca apaciguar a sus adversarios, pero que actuará con justicia y sobre la base del respeto mutuo.
Sí, dijo, EE.UU. ha cometido errores, y reconoció que tuvo un papel en el golpe de estado iraní de 1953, que derrocó a un gobierno democráticamente elegido, pero insistió en que “no debemos ser prisioneros” del pasado. También hablo del dolor del colonialismo, del sufrimiento de los palestinos bajo ocupación y de la necesidad de que Israel deje de expandir los asentamientos judíos.
Obama subrayo la determinación de EE.UU. de retirarse de Irak y, eventualmente, de Afganistán, sin dejar atrás “bases militares”, con lo que contradijo las sospechas en la región, y puso de relieve que continúa el compromiso de EE.UU. con la “democracia” y el estado de derecho, aunque advirtió que ningún país debería imponer su modelo de gobierno a otros.
Pero también señaló directamente que el vínculo de su país con Israel es “inquebrantable”, y pidió a los palestinos y los gobiernos árabes que contribuyan a buscar la paz.
Con el cambio de tono con respecto a la época de Bush –la palabra “terrorismo” ni siquiera figuró en el discurso–, Obama ha comenzado a dar vuelta la página sobre los últimos ocho años, en los que la “guerra contra el terrorismo” fue percibida por los musulmanes como un ataque contra el Islam.
Aún antes del discurso, hubo señales de que, gracias a su magnetismo personal, la golpeada imagen de EE.UU. en el mundo árabe había comenzado a mejorar.
Sin embargo, el discurso de ayer también plantea riesgos porque, aunque sus palabras encaran magistralmente los conflictos en la región, pronto descubrirá que traducirlas en políticas coherentes presenta un desafío mucho mayor.
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