Por:Jesús Ríos
Periodista y analista político
Enero 27 del 2.009
Hoy 27 de enero se conmemoran 64 años del fin de los campos de concentración nazis.Esta fecha marca el día en el que el ejército soviético, liberó en 1945 el campo de Auschwitz, lugar en el que murieron más de un millón de personas y fue declarada por Las Naciones Unidas como El Día del Holocausto.
Su magnitud y sus peculiaridades marcarían un hito en la Historia de la sociedad; con este término, Holocausto, queremos remontarnos, exactamente, al momento en que se produce la persecución contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y cuando se cuentan las más increíbles historias acerca de las nefastas consecuencias de la guerra sobre la comunidad judía.
Aunque haya sido el genocidio judío protagonizado durante la Segunda guerra mundial de mano del bando alemán nazi, la saña del racismo y la xenofobia contra este pueblo; el sentimiento antijudío se remonta a épocas muy anteriores cuando personajes de la talla de Lutero, Federico el Grande e, incluso, Richard Wagner ya teorizaban acerca de la necesidad de deportar o exterminar al pueblo judío; Hitler sólo se limitaría a materializar ese enfermizo odio racial ya impregnado en el pueblo alemán.El sentimiento antisemita parecía muy arraigado en el sentir popular germano y así lo comprobaba el dictador alemán cuando en cada uno de sus discursos se empleaban consignas antisemitas y el fervor popular rugía más fuerte; ¿por qué había, entonces, que desperdiciar este filón? El tema de racismo judío alcanzaría una de las principales prioridades dentro de la política del partido nacionalsocialista nazi.
¿Por qué a lo largo de la Historia el pueblo judío ha estado tan perseguido?
No existe una sola respuesta a esta incógnita sino que se ha divagado mucho acerca de la posible causa que expusiese una razón acerca de dicha disconformidad popular y de tal cruel cacería hacía el pueblo judío. A lo largo de la historia el pueblo judío ha estado siempre relacionado con el comercio y la economía y es en el siglo XIX, cuando la comunidad judía seguía en dichos ámbitos económicos pero con el factor de ir mejorando su situación llegando a conseguir, en gran medida, equiparar sus derechos a los de los demás ciudadanos en la mayoría de los países europeos.En el momento de la segunda conflagración mundial hablamos de un claro proceso de emancipación en los últimos tiempos. En Alemania, concretamente, eran una minoría decreciente ya que no solían ser practicantes desde el punto de vista religioso pero ocupaban un papel importante en determinados partidos políticos, como el socialdemócrata. Si estudiamos la situación de dicha comunidad aún más al Este, podemos advertir que su influencia era mayor; en el caso concreto de Polonia representaban la décima parte de la población y eran un tercio del total de los habitantes de Varsovia y parecía estar confinada a determinadas profesiones.
Desde 1933 hasta 1939, el partido nazi, los organismos gubernamentales, los bancos y los comercios se encargaron de hacerles la guerra a los judíos y evitar que siguiesen liderando la vida económica. El argumento que fundamentaba esta beligerancia era que “quienes que no pertenecían a la raza aria no tenían derecho a ocupar cargos en la administración”. Se hacía una ardua explotación de la xenofobia de su pueblo despertando las cualidades más nefastas de los alemanes a través del ministerio de propaganda liderado por Goebbels y cuyo objetivo era divulgar la necesidad de extirpar el “cáncer judío”, justificar las actuaciones llevadas a cabo e intentar lograr la complicidad del pueblo reclutando al mayor de efectivos posibles en la campaña de desacreditación y aniquilación de aquellos no considerados como arios. Las primeras respuestas no tardaron en llegar, los abogados y médicos judíos perdieron su clientela aria, ciertas empresas judías fueron obligadas a desaparecer mientras las que interesaban fueron confiscadas por el Estado o vendidas a un precio inferior a su valor a otras compañías en manos arias.
A partir de 1933 se puso en marcha la gigantesca maquinaria de muerte, sus ejecutores fueron, , la policía y las autoridades de la República de Weimar, la aristocracia alemana junto a los grandes industriales quienes aportaron ingentes sumas de dinero para que los nazis accedieran al poder. La versión más extendida sobre los forjadores de la guerra y de sus miserias señala a los altos mandos nazis y a sus efectivos como únicos y verdaderos causantes pero esta versión se vuelve una gran mentira, que sólo hace distorsionar la historia, cuando advertimos la existencia de un complot entre el pueblo alemán con los nazis; y es que los alemanes no solo sabían del plan de matanzas que llevaba a cabo su gobierno sino que en muchos casos colaboraron activamente delatando a familias judías o realizando tareas “comunitarias” en los distintos campos de concentración y de exterminio. Incluso, se ha podido documentar como fue la propia población civil alemana quien actuó en esos años con tal grado de virulencia que incluso las SS tuvo que mediar para frenar el grado de violencia y lograr preservar una hipotética paz y seguridad en las calles alemanas.
Para las víctimas de esta maquinación seguidamente, comenzaba el terrorífico relato del holocausto, el interminable viaje en vagones de ganado que los conducirían a los distintos centros de tortura y exterminio. Las pésimas condiciones en que se realizaban estos viajes junto a, en ocasiones, las largas distancias que se recorrían sin comer ni beber dejaban a muchos presos en el camino; quienes sobrevivían eran seleccionados a su llegada y los más débiles eran rápidamente eliminados con tiros en la nuca, gaseados, enterrados vivos en fosas con cal ardiente o quemados vivos; lo que quedaba de ellos era reutilizado: el pelo era convertido en fieltro industrial, los huesos sin quemar se vendían a firmas industriales, las cenizas se utilizaban como fertilizantes y los dientes de oro generaban importantes ingresos.El resto eran separados por sexo, edad…para ser, a continuación, internados en los campos de concentración donde las vejaciones más inimaginables eran el pan de cada día; se les empleaba en las más diversas tareas, desde la construcción de carreteras hasta la fabricación de armamentos, el trabajo inhumano en la explotación de la minas o prestaban los más variados servicios a las industrias privadas. Otro importante porcentaje eran destinados a ser cobayas de laboratorio en experimentos científicos, su final no era otro que la muerte, mayormente por inanición o disentería.
Los tristemente célebres campos de exterminio de Auschwitz y Treblinka, ubicados en territorio polaco, cuentan con el mayor número de víctimas que según algunas estimaciones supera los cuatro millones de muertes. Es a finales del año 1944, cuando Alemania sufre continuas derrotas en todos los frentes, cuando se alcanza el máximo nivel de matanzas en los campos de exterminio, llegando a tener un promedio de 24.000 asesinatos diarios.Se habla de cifras finales entre 14 y 22,5 millones de personas pero lo cierto es que jamás se sabrá el número exacto de víctimas ni la proporción de muertes según el tipo de etnia pero es indudable que los judíos fueron quienes padecieron la mayor cantidad de muertes que de acuerdo a algunas estimaciones rondaría las seis millones de personas.
Fueron muchos otros los que lograron huir y alejarse de los territorios tomados por las tropas alemanas, se sabe que desde 1933 hasta 1937 emigraron de Alemania unos 130.000 judíos y en los dos años inmediatos al estallido de la guerra lo hicieron otros 120.000.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí su comentario y gracias por visitarnos, si desea dejar su nombre seleccione "nombre" en la ayuda.