domingo, 24 de mayo de 2009

El hombre que cambió la cartilla.


Long Island Al Día con Semana.

En breve se cumplirán dos años del inicio de la crisis financiera estadounidense que desencadenó en la peor recesión de la economía mundial en 80 años. El punto de arranque del colapso se remonta al 12 de junio de 2007, cuando se quebraron dos grandes fondos del banco de inversión Bear Stearns.Por supuesto, no hay que celebrar. El recuerdo del ingrato aniversario viene a cuento porque coincide con las voces que predicen una posible salida del agujero. Algunos analistas ven una tenue luz al final del túnel, y otros, el cese de la caída libre. La Reserva Federal (FED), el banco central estadounidense, ha dado señales de aliento y espera que la situación mejore cuando den fruto las medidas puestas en práctica.

A la cabeza de la FED está Ben Bernanke, uno de los economistas más brillantes de Estados Unidos. Tiene la difícil tarea de rescatar la economía más poderosa del planeta. Y si bien hay consenso en que está lográndolo, hay críticos muy preocupados por el costo al que se está consiguiendo.
Dicen que Bernanke está tomando demasiados riesgos y se teme que en unos años el mundo se enfrente a un serio problema de inflación como consecuencia de la abundante emisión de dinero realizada por el banco central y que ha ido a parar al mercado.
¿Podrá este académico republicano, egresado como el primero de la clase en la Universidad de Harvard, sacar la economía del abismo y controlar los efectos de su política? Él cree que sí. Se trata del hombre que más sabe de crisis económicas. Cuando asumió la presidencia de la FED, hace poco más de tres años, hubo analistas desconfiados, no por él, a quien se le reconoce como un eminente economista, sino porque sucedía a Alan Greenspan, quien durante 18 años estuvo al frente de la Reserva Federal y fue considerado uno de los personajes más astutos para manejar la economía.
Pero, como dirían las abuelas, Dios sabe cómo hace sus cosas. Bernanke hizo su tesis de grado y diversos trabajos sobre La Gran Depresión y sabe como nadie acerca de ese momento nefasto para la historia. Estudió al derecho y al revés las minutas del banco central de entonces y tiene perfectamente claro cuáles fueron los errores cometidos, para no repetirlos. Hace 80 años se actuó demasiado tarde. La pasividad en la toma de decisiones fue fatal y el costo fue un desempleo del 25 por ciento.
Por eso, Bernanke no ha sido tímido en sus acciones. Se salió del libreto de los tradicionales banqueros centrales, celosos guardianes de la estabilidad de precios y se fue más allá de lo que dice la cartilla. Bajó las tasas de interés a cero; intervino el mercado financiero (control de entidades); suministró liquidez al sector privado a través de la compra de títulos (bonos e hipotecas) que han ido a parar a los activos de la FED y que después probablemente serán difíciles de vender; respaldó una enorme emisión monetaria e incluso habló de apoyar a otros bancos centrales. 
Tampoco que su presidente ha actuado con sentido común, más allá de la teoría que dictan los libros. Alberto Bernal, director de mercados emergentes de Bulltick Capital Markets, dice que Bernanke se enfrentaba al dilema del médico que tiene que atender al paciente, gravemente enfermo, y debe aplicarle una dosis extrema que lo reanime, aunque sabe que la medicina, más tarde puede causarle otros trastornos. 
Eso es lo que viene haciendo Bernanke para tratar de reactivar la economía. Le ha inyectado abundante liquidez al mercado, a pesar del inminente riesgo que corre de que se traduzca en inflación más adelante. 
Es una acción deliberada. Entre otras razones, porque la FED teme que se presente una persistente caída del índice de precios al consumidor y se produzca lo que técnicamente se conoce como deflación. Esto podría causar grandes problemas, pues los consumidores podrían posponer sus compras con la esperanza de que los precios sigan cayendo, lo cual empeoraría la actual recesión. 
Ésta es precisamente la preocupación: cuándo comenzar a poner el freno y recoger la liquidez y evitar así que el remedio termine siendo tan malo como la enfermedad.
Bernanke es consciente de ello. La semana pasada dijo que la Reserva Federal está comprometida a retirar de manera oportuna la expansión monetaria implementada para sacar la economía de la recesión.
El ex codirector del Banco de la República Salomón Kalmanovitz dice que hay tantos dólares que circulan en la economía de Estados Unidos, que han empezado a animar la Bolsa y ya se están reflejando en mejor comportamiento de las acciones no por causa de los resultados de las empresas, sino por el exceso de demanda que está produciendo la emisión de dinero. "Cuando la economía vuelva a la normalidad será difícil drenar esa enorme liquidez. Creo que se le ha ido la mano a Bernanke".
Ahora bien, si no hay dudas sobre la capacidad de Bernanke para controlar los efectos de los excesos de la política, muchos sí temen por su autonomía al frente de la Reserva Federal. Para Meltzer, bajo la dirección de Bernanke, la FED ha sacrificado su independencia monetaria y se ha convertido en el brazo del Tesoro. "Bancos centrales independientes no hacen lo que está realizando la Reserva Federal", dijo.
Cuando el presidente Bush propuso a Bernanke hace tres años para sustituir a Greenspan recibió un apoyo abrumador del Senado y hoy es respetado por todos. El Nobel de Economía Paul Krugman, por ejemplo y quien no es de su cuerda académica, dice que es uno de los más brillantes economistas.
Algunos han especulado que Obama lo relevaría del cargo en febrero de 2010 cuando termine su primer período de cuatro años para llevar un demócrata a la FED  (no hay uno desde hace más de 20 años). Este sería Lawrence Summers, su principal asesor económico y quien tiene todos los pergaminos para el cargo (fue además secretario del Tesoro durante el gobierno de Bill Clinton). Sin embargo, si la economía muestra signos de recuperación, Obama mantendría a Bernanke. Al fin de cuentas, se ha ganado hasta la confianza de los ciudadanos comunes y corrientes que lo ven como un gran técnico. Y no menos importante: la economía todavía está débil y un cambio podría generar riesgos de credibilidad y confianza.

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